sábado, 18 de junio de 2016

EL ENFOQUE

Ayer saqué a volar a mi halcón hembra. Verla precipitarse hacia mí en un cielo pintado por los colores del atardecer fue como un sueño. Sat es un halcón harris, majestuosa y fuerte. Como yo la he criado y entrenado muy amorosamente, ella viene hacia mí cuando la llamo, pues soy su fuente de alimento y protección. La dejo ir y luego silbo para que ella vuelva. Ayer, cuando estaba a punto de iniciar su vuelo de regreso a mi guante, un fuerte viento se interpuso entre nosotras. Ella tenía hambre, quería volar hacia el guante, pero el viento era muy fuerte. Entonces, vi cómo Sat planeaba en el aire: su atención no se apartaba del guante. El viento la llevó hacia la derecha, en dirección opuesta, pero para mi sorpresa ella no luchó contra él. Se dejó ir con el viento. Nunca perdió de vista su objetivo, aunque no estaba apegada a la forma en que iba a llegar allí. Ella estaba fluyendo. Se elevó con majestuosidad con la corriente de aire y viajó sobre la brisa siempre cambiante. Esperó tranquilamente a que el viento cambiara y, cuando lo hizo, volvió a mí y reclamó su premio.

Esta escena me pareció una perfecta ilustración de la sabiduría de la naturaleza. La naturaleza fluye. Como seres humanos, hemos perdido esta capacidad. Nos aferramos a la idea de lo que queremos, y luchamos contra la corriente de la vida, porque nuestras ideas son tan rígidas que no estamos abiertos a dejarlas ir. No es de extrañar que no estemos en un estado de alegría o de paz, porque estamos siempre luchando en contra de nuestra realidad actual.

Todos tenemos alas, pero si peleamos contra el viento no podemos volar. No podremos experimentar la verdadera magnitud de lo que somos. Todos tenemos un potencial ilimitado, pero cuando tratamos de controlar, de aferrarnos a nuestras ideas sobre cómo queremos que las cosas sean, no podemos experimentar la vida en su plenitud.

Cuando empezamos a basar nuestra seguridad y bienestar en nuestro estado interior, nuestra dependencia en las arenas movedizas de lo externo comienza a disminuir. La necesidad de controlar cae. Ésta es la verdadera libertad, porque si dependemos de lo que no podemos controlar y que cambia constantemente (lo externo), entonces, ¿cómo podemos sentirnos libres? Seremos esclavos de las cosas y las personas que nos rodean, siempre y cuando nuestra estabilidad dependa de ellos.

Sin embargo, si aprendemos a cultivar la plenitud interior, podremos disfrutar del mundo en que vivimos, sin el temor de la pérdida o la necesidad de control. Esto nos permite dejar finalmente de lado nuestra necesidad constante de preocupación y planificación.

La vida es una experiencia. Eso es todo lo que es. Abraza tu experiencia humana en todos sus colores, en todas sus complejidades, en su constante cambio de corrientes. Cuanto más podemos fluir, más elegimos la alegría que está presente en cada momento, y mayor será tu poder creativo. Elige el amor y encuentra en ti mismo la verdadera majestuosidad.

Isha, ¨Vivir para volar¨.

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