Un enfoque útil es dejar que el amor de Dios reemplace a la voluntad que está
dirigiendo la búsqueda. Uno se puede liberar de todo deseo de búsqueda y darse
cuenta de que la idea de que hay algo mas aparte de Dios no es más que una
vanidad básica. Es la misma vanidad que reivindica la autoría de las propias
experiencias, pensamientos y acciones. Con la reflexión, se puede ver que tanto el
cuerpo como la mente son el resultado de las innumerables condiciones del
universo, y que uno es, en todo caso, el testigo de esta concordancia. A partir de un
amor a Dios sin restricciones, surge la voluntad de entregar todas las motivaciones
salvo la de servir a Dios completamente. Ser el servidor de Dios se convierte así en
la propia meta y no la iluminación. Ser un canal perfecto del amor de Dios es
entregarse completamente y suspender la búsqueda de la meta del ego espiritual, la
alegría en si se convierte en el iniciador del posterior trabajo espiritual.
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